viernes, 14 de septiembre de 2007

NO, "SEÑOR PRESIDENTE"

18 y 19 de Junio de 1986: Las fuerzas armadas al mando del entonces presidente Alan García, irrumpen en las cárceles de Lurigancho, El Frontón y Callao y ejecutan a la mayoría de los internos. Días después Rodrigo Montoya Rojas publica estas líneas en el Seminario Amauta. Hoy, a 21 años de la masacre la justicia no llega y en el colmo del cinismo, Alan García es nuevamente sonriente Presidente del Perú.

No, SEÑOR PRESIDENTE (Alan García)
(Sobre la masacre en los penales)
Seminario Amauta, 3 de Julio de 1986. Lima)
Por: Antropólogo y escritor Rodrigo Montoya Rojas

Hace unos meses, alguien me contó que le había visto a usted, señor presidente, con un uniforme de campaña, hecho a su medida. Pensé que se trataba de una broma de mal gusto, que no podía ser cierto. Por las fotos de usted en uniforme al día siguiente, en la primera plana de los periódicos, me di cuenta de mi error.

No sé si antes un presidente civil hizo en el Perú lo mismo que usted, pero una vez convencido de la verdad supe que usted tenía una enorme voluntad de demostrar a los militares y a nosotros los desvalidos civiles, su firme decisión de ser el Jefe.
Recuerdo también que el 29 de julio presidió usted una solemne ceremonia para recibir el bastón de mando y los jefes de las Fuerzas Armadas reconocieron en usted a su Comandante.

Estos dos recuerdos vienen a mi memoria ahora que pienso en los centenares de muertos de las cárceles en los días 18 y 19 de junio. Seguramente nunca sabremos cuantos fueron.
Pero sí sabemos que fue usted señor presidente, quien dio la orden. El responsable es usted. Probablemente no pensó que su orden sería cumplida con tanta ferocidad, pero de poco sirve saber si todos los presos murieron víctimas de la ferocidad o la dulzura y el bien matar de los victimarios. Están simple y desgraciadamente muertos.

Con el mejor ánimo de guardar su buena imagen afirmó usted en el Congreso de la Internacional Socialista que el gobierno defendía la democracia y la constitucionalidad del país.

Me resulta imposible admitir que la defensa de la democracia se haga a través de una masacre premeditada con alevosía y ventaja. Pensé que los versos de la Internacional cantados en la inaguración de ese congreso eran parte de algún programa sobre la Europa de los primeros veinte años de este siglo. Pero, lamentablemente, era otro error mío.

La prensa, interesada en guardar la buena imagen de Usted, señor presidente, afirmó que se trataba de una "rebelión". Por extraña coincidencia ningún reportero pudo llegar hasta las cárceles y sólo quedó el consuelo de los informes oficiales, las explicaciones oficiales y los silencios oficiales. Pensamos que los rebeldes habían combatido y que el número de bajas en ambas partes sería muy alto. En Lurigancho murieron todos los "rebeldes", se salvó un rehén y en las fuerzas del orden no hubo ningún muerto. En El Frontón se salvaron 28 ó 30; el resto murió.
¿Cuántos eran "el resto"? No lo sabremos. Cuentan las crónicas que allí en El Frontón si hubo un pequeño combate, pues los presos estaban armados con tres fusiles FAL y que habrían muerto tres o cinco marinos. Sin averiguar nada más, habrá un acuerdo unánime entre la gente sensata: se trató de un combate desigual: de un lado, soldados de elite de las tres Fuerzas Armadas: del otro, los presos, desarmados o con algunos fusiles. Permítame un recuerdo de infancia, señor presidente: cuando en los juegos del colegio se enfrentaban los Goliat contra los David, solíamos decir "Así cualquiera...".
Tampoco sabremos nunca cuántos presos habían en las cárceles, cuántos estaban condenados, cuántos sin proceso y cuántos inocentes. Por la historia de la injusticia en el pais sabemos que los condenados eran pocos y muchos los inocentes y los sin juicio. Lo común entre ellos era la condición de "terroristas" atribuida por las fuerzas del orden. En los últimos tiempos, muchos "demócratas" sedientos de sangre pidieron la pena de muerte; otra vez, como en muchas ocasiones del pasado. Hoy, ganaron la batalla mas rápidamente de lo que esperaban, porque todos los presos acusados de terroristas han sido condenados a muerte, señor presidente. Sin juicio ni abogados, de modo sencillo y expeditivo. Los que nos oponemos a la lógica feroz del ojo por ojo y diente por diente, perdimos la batalla, pero el combate por los derechos humanos continúa.
Permítame, señor presidente, insistir otra vez en una idea que me parece escencial para la política peruana: no es lo mismo un gobierno civil que una democracia. El gobierno civil puede ser parte de la democracia, pero no es suficiente. He escrito muchas veces que lo escencial de la democracia es el respeto por los derechos de ciudadanas y ciudadanos. En este caso preciso que enluta al país, que ensangra nuestra historia y ensombrece el futuro, olvidó, señor presidente, que los presos tienen algunos derechos y los familiares todos los derechos. Tenemos todos los ciudadanos el derecho de enterrar a nuestros muertos. El último adiós entre flores y crucifijos forma parte de la cultura peruana; sin embargo, he leído con horror que el entierro de los centenares de muertos se está haciendo en forma clandestina en Huacho, Chaclacayo, Callao y otros cementerios.

El gobierno tiene derecho a defenderse, por supuesto. Hubiera sido muy sencillo cortar el suministro de comida y agua, lo que no deja de ser también otra forma de violencia. Hubiera sido fácil trasladar poco a poco a los presos a otras cárceles, para evitar que se reúnan y fortifiquen con la venia del poder.

La violación espantosa y los derechos humanos están otra vez en juego. No está en discusión si los senderistas tienen razón o no. ¿De qué democracia hablamos, señor presidente, si hay que matar a todos los opositores?

El mundo no se divide en buenos y malos. Soy un simple intelectual peruano que se niega a aceptar la lógica del general Cisneros. Si contamos aún con reservas morales en el Perú, debemos hacer lo necesario para evitar definirnos de un lado o del otro en la violación de los derechos humanos. Hubo otro tiempo en el que la izquierda apeló a la violencia para alcanzar su utopía sin renunciar al romanticismo revolucionario sino, por el contrario, para afirmarlo. Era la época de los guerrilleros justos y justicieros, incapaces de liquidar a un campesino o de liquidar a un prisionero. Po razones que no alcanzo a entender, Sendero Luminoso representa en el Perú el ejercicio de la violencia indiscriminada y no sé si tiene un nuevo romanticismo o no. Hace años, escribí en la revista Sociedad y Política: "No se defiende a los campesinos matando campesinos". Esta sola razón es suficiente para no compartir las tesis de Sendero y, también al mismo tiempo, para recordarle algo fundamental, señor presidente: no se defiende a la democracia con masacres premeditadas y entierros clandestinos.

Horas sombrías se ciernen sobre el Perú, señor presidente, si seguimos por esa pendiente. Usted ha conseguido lo contrario de lo que buscó: hoy la democracia entendida como gobierno civil es mas frágil que ayer y su imágen, señor presidente, fuera y dentro del país no será nunca más la misma. El responsable es usted. (22 de Junio, 1986)

Tomado del libro "Elogio de la antropología" de Rodrigo Montoya Rojas

2 comentarios:

Anónimo dijo...

NO FUE MASACRE
Lamentablemente no se dicen las cosas como son, tu piensas q fue genocidio de parte del gobierno lo que sucedio en los penales, no estuvistes ahi, yo si, perteneci a la Fuerza de Infantería de Marina, y los delincuentes terroristas habian convertido el fronton en su fortin con una serie de tuneles, trincheras, zanjas y muros los cuales tuvimos que sortear para acabar con el motin, lamentablemente hubieron muchas bajas por nuestra parte, cosa que solo se reconocio en una ceremonia interna,no olvidemos que ellos contaban con el armamento de la guardia republicana, bombas molotov, queso ruso y otros. A la hora en que los delincuentes se rindieron empezaron a lanzar arengas pese a la prohibicion que se les estaba haciendo incluso en un amañamiento se amotinaron nuevamente creyendo que nosotros ibamos a actuar como los republicanos, ahi fue donde sucedio lo que ustedes llaman masacre y nosotros defensa, no solo nuestra sino de nuestra patria, la de aquellos peruanos que queremos vivir con libertad y democracia, no asesinando autoridades, civiles y militares, no asesinando hombres mujeres y niños completamente inocentes, si esta gente nunca se hubiera levantado en armas, nunca hubiesen sucedido estos hechos lamentables, no culpes al presidente de lo que sucedio, la culpa la tienen aquellos que trasgedieron las leyes y normas que existen en una democracia no busquemos mas revanchismo, busquemos soluciones que esten dentro de lo legal, no seamos mezquinos por quienes dieron su vida por nosotros y sepamos ante todo reconocer que aquellas personas que estaban metidas en el terrorismo creaban el panico, el desorden, la violencia y el caos en nuestra patria.
No simpatizo con la izquierda, tampoco soy aprista, solo y sencillamente te cuento lo que sucedio de boca de uno de los que estuvo ahi.

Anónimo dijo...

El presidente es el comandante en jefe de las fuerzas armadas, imposible que no sepa nada."defensa", claro, como en la sierra en la violencia politica, las fuerzas armadas son responsables de la mitad de las victimas y claro...fue "defensa" Si perteneciste a la infanteria de marina es imaginable tu posiscion..