miércoles, 12 de septiembre de 2007

Infección pública

Judith Rivera Díaz acudió al hospital Carrión del callao para una intervención quirúrgica y recibió una unidad contaminada de sangre con VIH. Condenable caso que pone nuevamente en duda la confiabilidad de los hospitales públicos. Ya es conocida la gran burocracia que hace mucho se da y es sabido también el pésimo estado de implementos y calidad de atención en los centros nacionales de salud. A eso se suma ahora este caso, muestra del descuido en la manipulación y análisis de sangre, signo evidente de poca seguridad.

Pasado el terremoto del mes anterior, las donaciones de sangre para los afectados no se hicieron esperar, y quiero creer que en general el tema de la donación va por camino a mejorar y masificarse, pero me afecta conocer lo sucedido con Judith. No se pueden cometer dichos errores si contamos con nuevas intenciones de donar. No se pueden permitir tampoco las negligencias que tanto daño han causado a lo largo de los años. A la negligencia se sumó a la vez el maltrato, Judith ha mencionado que fue cuestionada de manera absurda e impertinente sobre su contagio al acudir al centro, y que fue desatendida hasta el escándalo mediático luego del cual reaccionaron (recién) las autoridades de salud.

Es necesaria y obvia la atención permanente a Judith además de la indemnización correspondiente y la pena para los responsables.

El ministro de salud César Vallejos ha informado que Judith fue incorporada gratuitamente y con carácter de extraordinario al Seguro Integral de Salud (SIS) y que todo su tratamiento será asumido. Esperemos atentos que la afirmación se cumpla, de nosotros depende estar con ella y alzar nuestra voz si se intenta olvidarla.

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